¡Hola!
Hoy os voy a hablar sobre resiliencia, ¿sabéis lo que es?
“La resiliencia es la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido o transformado por experiencias de adversidad”.
Cuando una persona sufre una experiencia traumática, es común creer que desarrollará un Trastorno de Estrés Post Traumático u otra patología. Sin embargo, existen corrientes psicológicas optimistas que entienden a las personas como activas y fuertes, con una gran capacidad de resistir y rehacerse tras las adversidades. Es cierto, que algunas de las personas que experimentan situaciones traumáticas desarrollan trastornos, pero en la mayoría de los casos no es así, y otras personas incluso son capaces de aprender y beneficiarse de esas experiencias. Además, no hay que olvidar, que del porcentaje de individuos que en los primeros meses pueden ser diagnosticados con alguna patología, la mayoría se va recuperando de forma natural y, en un corto espacio de tiempo, recupera el nivel normal de funcionalidad.
En el área de la salud mental es muy común que nos hagamos unas ideas esquemáticas sobre cómo es normal y habitual que responda el ser humano ante la adversidad. Por ejemplo, ante la muerte de un ser querido, la tristeza y la depresión parecen inevitables, y por el contrario, la ausencia de sufrimiento indica negación, evitación y patología.
Estas ideas han llevado a asumir que todas las personas que sufrimos pérdidas o experimentamos sucesos traumáticos, debemos reaccionar de la misma forma, y que no existen diferencias individuales en la respuesta a situaciones estresantes.
Sin embargo, estudios recientes demuestran que la mayoría de la gente que sufre una pérdida no se deprime, las reacciones intensas de duelo y sufrimiento se pueden evitar, y su ausencia no significa que vaya a existir un trastorno. Las personas suelen resistir los golpes de la vida con una fortaleza impensable, e incluso ante sucesos extremos hay un elevado porcentaje de individuos que muestra una gran resistencia y que sale psicológicamente indemne o con daños mínimos. En definitiva, somos mucho más fuertes de lo que creemos y tenemos habilidades naturales para afrontar, resistir e incluso aprender y crecer en las situaciones más adversas.
Ojo, esto no significa que ante una pérdida haya que, por ejemplo, aguantarse las ganas de llorar por el hecho de haber leído que somos muy fuertes. Como para casi todo en la vida, hay que buscar un término medio o simplemente permitir a nuestro cuerpo que “hable”. Es totalmente normal que una persona expuesta a un acontecimiento traumático, experimente pesadillas, recuerdos recurrentes, sintomatología física asociada, etc. La gran mayoría de las respuestas de desesperación y sufrimiento vividas por las victimas, son normales e incluso adaptativas. Pesadillas, insomnio y recuerdos intrusivos, son respuestas normales frente a sucesos anormales.
Cada día más personas consideran la resiliencia como una característica de la salud mental. De hecho, ha sido reconocida como un aporte a la promoción y el mantenimiento de la mencionada salud mental, debido a que su rol consiste en desarrollar la capacidad humana de enfrentar, sobreponerse, y ser fortalecido e incluso transformado por las experiencias de adversidad.
Gracias a estudios realizados por diversos autores, se ha descubierto que las personas resilientes son capaces de enfrentar estresores y adversidades. Además, la resiliencia reduce la intensidad del estrés y permite la reducción de signos emocionales negativos como la ansiedad, la depresión o la rabia, al tiempo que aumenta la curiosidad y la salud emocional. Por tanto, la resiliencia es efectiva tanto para enfrentar adversidades, como para promover la salud mental y emocional.
Las conductas de resiliencia requieren factores de resiliencia y acciones. Por ejemplo, en un desastre natural como un huracán, se generan condiciones de adversidad que demandan una serie de conductas resilientes, que van cambiando a medida que las condiciones se van modificando. La conducta resiliente exige: prepararse, vivir y aprender de las experiencias de adversidad. Ejemplos de estas últimas serían: mudarse a otro país; padecer una enfermedad; el abandono; vivir una catástrofe natural; o situaciones injustas; guerras; ser refugiado; etc.
Para aprender de las experiencias de adversidad, es necesario realizar un análisis posterior a estas, en el que nos preguntaremos a nosotros mismos entre otras cosas: ¿qué hemos aprendido? y ¿qué más debemos aprender?
Cada experiencia implica éxitos y fracasos. Los éxitos pueden ser utilizados en la próxima experiencia de adversidad con mayor confianza, y los fracasos pueden ser analizados para determinar cómo corregirlos. Tras el mencionado análisis, será importante también, aprender a reconocer incrementos del sentido de bienestar y mejora de la calidad de vida. Estos resultados presuponen, en efecto, salud mental y emocional, las metas de la resiliencia.
BIBLIOGRAFÍA
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